A este pobre le había tenido tanto miedo desde el principio, parecía tosco y torpe, parecía de esos que te dan nalgadas en lo más emocionante. Pero al contrario de eso, al levantarse de la cama con esas nalgas firmes, los brazos marcados y el abdomen cuadriculado, sin exagerar. Las ganas crecían aún más.
Aunque con todo y el maravilloso preámbulo, nada pasó, ni un grito sordo pudo obtener de mi. Sin embargo por alguna razón he ansiado sentir sus sabanas suaves de paño otra vez.
Martina
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