jueves, 4 de julio de 2013

Sorpresa

Seguíamos acostados. Nos contábamos cosas del pasado de cada uno. Cosas que nos habíamos perdido por no habernos visto hace tiempo.

A mí me dio un poco de frío y me puse una playera aunque seguía con el culito descubierto. Tú estabas desnudo. A tí te encanta estar desnudo y a mí eso de tí también me encanta.

Veíamos el techo. Me contaste algo medio triste. No recuerdo exactamente qué de triste porque hubieron varias cosas más o menos tristes en nuestra conversación. Te pedí que te acercaras. Te quería abrazar. Te dije: ven. Y tu viniste. Te subiste arriba mío. Totalmente desnudo. Y ese abrazo que quería darte, en ese tono que era el tono A, digamos, cambió al tono B, digamos, de inmediato. Me sorprendí porque tenías una erección simplemente deliciosa. Deliciosa y certera como sólo puede serlo una erección. Me mordí el labio de abajo porque ¿quién puede con eso? Te subiste arriba mío. Te sentí y entreabrí las piernas mientras te abrazaba con cariño pero también prendidísima y con ganas de que me cogieras súper suavecito. Y así empezaste a hacer. Entreabrí las piernas y te dejé entrar en mí. Y te besé la boca y tú me acariciaste la cabeza y entre un silencio que extrañaba nuestros gemidos, entraste y nunca más saliste.

Tanto no has salido que hoy, todavía, me masturbo pensando en eso.